Cada periodo del jazz ha tenido su versión orquestal. Es cierto que la gran era de la big band se produjo entre finales de la década de los años treinta y hasta mediados de los cuarenta, aún cuando el abrumador éxito comercial de las grandes orquestas blancas en esta época, ahogó la figura del solista de jazz, constreñido a arreglos claustrofóbicos que poco o ningún espacio dejaban para la improvisación. La segunda guerra mundial y la posguerra, vieron el zénit, decadencia y fin de la era de las grandes orquestas. El nacimiento de jazz moderno, del be-bop, acabó con su reinado. Pero incluso en cada una de las etapas del jazz moderno, florecieron brillantes adaptaciones al contexto orquestal. No se puede ignorar, sin embargo, que pocas orquestas de Jazz se mantienen hoy en día en la carretera, los costes de una banda de estas características no son ajenos a este fenómeno. No obstante, la historia de las grandes orquestas es en gran medida la historia del Jazz y tenemos la fundada esperanza de que mientras haya jazz, habrá una big band.
El equipo de redacción de nuestra página, en pleno, ha preparado para vosotros una selección de lo mejor del género. Algunas de los grandes registros históricos de estas personalidades excepcionales que arriesgaron familia, fama y fortuna para ofrecernos puro espectáculo. A ellos va dedicado este especial.
Sobre los arreglos siempre mejorables de una big band que suena a naftalina, se alza brillante, fresca y moderna la trompeta de Satchmo, jugando con las melodías en un nuevo lenguaje sincopado, sembrado de improvisación y swing, firmando de forma definitiva la defunción de una era musical e inagurando otra en la que el solista, libre e independiente, reinaría durante décadas. La banda no importa, sus nombres se han olvidado. Es tan solo una excusa, un instrumento para acreditar su triunfo sobre la antigüedad, sobre el pasado.
DUKE ELLINGTON : COMPLETE COLUMBIA & RCA VICTOR SESSIONS WITH BEN WEBSTER FEATURING JIMMY BLANTON. CENTENNIAL EDITION. |
Si comienzo a escribir sobre Edward Kennedy Ellington quizá no sepas de quién hablo. ¿Pero a que si lo hago de Duke Ellington sí?. Y es que Duke (apodo puesto por sus compañeros de clase por su elegancia), es un icono imprescindible de la música, y no sólo hablo del jazz. Duke fué fundamental en la música del siglo pasado, y su gigantesca influencia prosigue, incólume, hasta hoy. Y no iba a ser músico, fíjate, quería ser dibujante, y tenía aptitudes para ello. Pero mientras estudia, Duke, de una familia de la pequeña burguesía del Washington de las primeras décadas del siglo 20, comienza también a tocar el piano. Conoce el ragtime y el stride pasando por el jungle, olvida totalmente su interés por los lápices y se dedica plenamente a la música que le quema la sangre. Duke hierve de creatividad, forma su primer grupo, The Duke’s Serenaders (luego The Washingtonians) y durante 3 años recorre Nueva Inglaterra hasta recalar en Harlem, su campo de aprendizaje y entrenamiento. Toma el mando de la orquesta, contrata músicos a su gusto y hay un cambio significativo: Su nuevo grupo es Duke Ellington And His Famous Orchestra, que será orquesta fija del legendario Cotton Club entre 1927 y 1938, totalmente inmersos en el fenómeno jungle. Y les reforzarán 4 músicos impresionantes: El clon de Duke, Billy Straihorn, el legendario Ben Webster, el no menos destacado Harry Carney, su músico más leal, unido a Duke hasta la muerte misma, y el contrabajista definitivo, crucial en su música, Jimmy Blanton. Y ésta, ya para siempre, estará llena de su signo distintivo: una elegancia infinita. Y en éste estuche de 4 cd’s con un sonido cuidadísimo, aún en los temas más primitivos, se ha procedido a una esmerada remasterización, que devuelve toda la increíble pujanza de la banda en aquéllos tiempos. Recoge parte de los temas grabados por 3 formaciones de excepción: la de Duke y otros grabados con las orquestas de Rex Stewart y Barney Bigard, en riguroso orden cronológico.
El primer Cd muestra los temas iniciales, de 1.935 a 1.940. Y desde el comienzo caes bajo el hechizo que emana de éstas bandas. Con facilidad apabullante te sumergen en aquél añejo, polvoriento, delicioso sonido, a veces primitivo, que tanto nos acompañó en viejas grabaciones, películas, documentales... es el sonido, y no, no me refiero a Getz. Es ésa música cruda de las primeras grabaciones, ocasionalmente cantadas, sin grandes alardes en calidad de sonido pero de fuerza tremenda en la música, y donde destaca un joven Webster. Y captamos la majestuosidad de ésta formación cuajada de rutilantes estrellas puesta de manifiesto sobremanera en los cortes lentos, que sólo dioses como Duke o Webster bordan como nadie, donde el sonido se halla aquilatado, cuidado hasta el más mínimo detalle, y donde mejor exponen su sonido suntuoso, de textura sedosa e increíble belleza. Interpretados con delicadeza infinita, ésos temas bellísimos, como la niebla, se deslizan suaves ante ti, como Cotton, Accent on youth o la maravillosa Solitude con fabulosos trabajos de Duke, Ben e Ivie Anderson, la sofisticadísima belleza de Mood indigo, uno de los mejores temas de Duke, cantada de un modo absolutamente seductor por Ivie, y ésa orgía de vientos en Sophisticated lady con un duelo Carney – Hodges antológico, o ése Concerto For Cootie con un excepcional trabajo de ¡cómo no! Cootie Williams o la siempre grata presencia de la inconfundible Never no lament o el fascinante Dusk, un bellísimo blues.,... aunque, claro, también destacan los números rápidos, pues si Duke lo desea, pueden sonar como un volcán en erupción, de alegría contagiosa, como en Truckin’, In a jam o Cotton tail. Y, por supuesto, la sangrante versión de Stormy weather te estremece hasta la médula, entonces y hoy. Y mención para Blanton, excepcional contrabajista cuya labor es magnífica.
El segundo Cd se dedica a 1.940. Ha transcurrido el tiempo. El sonido es más cuidado, como vemos en A portrait of Bert, auténtico aluvión de solos con un papel preponderante de Bigard. Muchos temas, de belleza extraordinaria y un mayor cuidado en los arreglos, poseen un ambiente tan calmo que te descolocan, como My sunday gal, All too soon, que pese a su sonido muy castigado, es una pieza bellísima, con un solo excepcional de Webster o My greatest mistake, otro dúo para la eternidad, con una fantástica hermandad, que no duelo, entre Bigard y Webster. Sepia panorama contiene muchos solos excepcionales, entre ellos de Blanton, tan solista como cualquier otro. Temas como Rumpus in Richmond o Harlem air-shaft te llenan de una alegría contagiosa, la conocidísima At a Dixie roadside diner cantada con absoluta convicción y brillantez por Ivie, el fantástico exotismo de Lament for javanette. In a mellotone ya vale medio cd, y The flaming sword, muy hispano, contagioso, contiene otro gran dúo, Tizol contra Bigard, que ganan los dos. Y pese a que Webster toca en todos los temas, no sólo él puede lograr solos insuperables, pues también oirás a Carney, Johnny Hodges, Otto Hardwick y Bigard,... todos ellos con un sonido especial, distintivo, que contribuyen con solos fuera de toda medida a ése sonido único de las formaciones de Duke.
Tercer Cd y años 40 y 41. Podrás oír aquí algunos de los más bellos y antológicos temas que el jazz (y Duke) crearon , el sonido del que tantos, ayer y hoy, han bebido. Éste disco es historia, sin duda, pero también música maravillosa que llena sin barreras una mente abierta y un cuerpo dispuesto. ¿Un fallo?. Algún tema vocal es demasiado almibarado, pero ¿qué hay de malo en algún pequeño fallo frente a ésos desarmantes 88 temas rozando (y muchos logrando) la perfección?. Aquí las sordinas braman, y oyes algún tema de raíces hispánicas, que muestran el corazón latino de Duke, como Moon over Cuba. Blue Serge te clava al asiento, especialmente, el solo estremecedor de Webster, After all te deja un nudo en la garganta, con Hodges y un solo definitivo, y en Bakiff, Ray Nance demuestra que sabe usar el violín tan bien como la trompeta, en un tema lento para soñar. Just and sittin’and a rockin es una factoría de solos de altísimo calibre, donde todos los grandes solistas tienen su momento estelar, The Giddybug gallon es otra carrera con el diablo, un descenso desfiladero abajo y sin frenos. Y I got it bad es una bellísima balada, de ésas en que la voz, chocolate caliente, derretido, de Ivie, apoyada por el saxo casi lujurioso de Hodges te lleva al éxtasis,. ¿Y la gran versión de Flamingo, y....?
El cuarto y último Cd, con temas del 41 y 42, comienza con 2 temas de Rex Stewart, fuertes, excitantes y con un toque de misterio que muestran que Duke y Ben se mueven con igual soltura y elegancia en el formato reducido de 7 músicos de la orquesta de Bigard o de Stewart como en la formación clásica de su misma big band de 17 miembros con resultados igualmente brillantes. Su esfuerzo conjunto logra resultados espectaculares que, a lo largo de todos los cd’s te llevan a un estado de felicidad musical. Pues ésto es todo y más de lo que esperas de una big band, quizá la big band definitiva. Mención aparte para los cantantes: la gran Ivie, indispensable en los temas cantados, donde logra una altísima cota, llegando a estremecerte, como en la desgarradora Stormy weather, y Herb Jeffries, quizá algo engolado para los gustos de hoy pero sin duda altamente efectivo hace 65 años, y atención especial a los temas cantados por Nance. Y también oiremos a la mano derecha de Duke, el gran Straihorn, excepcional pianista, como Duke. Y oye el estremecedor Moon mist, con un violín de Nance que destila melancolía en estado purísimo, la elegancia extrema de arreglos y temas, la espectacular belleza de todos los solos, en especial, ¡cómo no!, Webster, y destacar el brío, casi ferocidad, la brutal energía con que afrontan temas como Johnny come lately, o el sentimiento, casi ternura con que abordan temas tan hermosos como Sentimental lady, con los solistas tremendamente inspirados... algunas de las mejores formaciones de Duke están aquí, y destilan oro y seda.
Obra fascinante que revisa la historia de una banda histórica en su, quizá, mejor momento, 1935-1942, saturada de magníficos solos de algunos de los mejores músicos de jazz de todos los tiempos, como Duke, Webster, Hodges, Carney, Williams... de calidad tal que colma todas las expectativas, con un bagaje creativo enorme. Y los temas. Muchos son de lo mejor de Duke, otros no muy conocidos y hasta alguno desconocido. Pero entre tanta joya, están ahí Mood índigo, Stormy weather, Sophisticated lady, Conga brava, Cotton tail, Sentimental lady, Concerto For Cootie, Blue Serge y tantos otros. No busques más: Todo lo que es y debe ser una big band está aquí, y son el paradigma de cómo debe sonar. Formación de lujo, solistas de ensueño, temas imposibles, inmortales desde el momento de su concepción y un período (1935 – 1942) que probablemente abarca lo mejor, lo más granado de las formaciones míticas de las grandes big bands. Ésta música apabullante puede llenar cualquier momento de tu vida. Es para ti, es el sonido del viejo jazz, fragante, tan excitante hoy como en el día en que se grabaron.
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