moda de los 50
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Primeros autos, primeras carreras | |
El primer vehículo autopropulsado a motor llego al Puerto de Buenos Aires en la última década del s. XIX. En 1900 se corrió la primera carrera, y 1905 ya el parque automotor de la ciudad alcanzaba las 2000 unidades. Era sólo el principio de una verdadera pasión... | |
El primer vehículo terrestre autopropulsado que llegó al país fue un triciclo a motor de bencina Dion Bouton, importado por un porteño acaudalado, Dalmiro Varela Castex, el mismo que poco después trajo un verdadero automóvil, esta vez un Decauville de dos cilindros, y hacia 1892 un Benz a caldera. Un poco más adelante, en 1897, un señor de apellido Fehling importó un Daimler monocilíndrico. Dos de los más conspicuos representantes de la elite aristocrática de aquel entonces, Marcelo T. de Alvear y el Aarón de Anchorena, fueron los protagonistas del primer duelo automovilístico del que se tengan referencias en el Río de la Plata, disputado exclusivamente entre ambos en 1900, sobre la pista del Hipódromo Argentino, entonces ubicado en el barrio de Belgrano. Según datos de la Aduana de Buenos Aires, hasta entonces habían entrado al país apenas nueve automóviles. Estas máquinas causaron tanta admiración como expresiones en contra, en una Buenos Aires que quería ser tan moderna como las grandes ciudades europeas, pero que todavía cultivaba un estilo de vida provinciano y bastante pacato. La modernidad se impuso con fuerza, sin embargo, y en 1903 unos 300 automóviles circulaban por las calles de la ciudad: vehículos a caldera, eléctricos y con motores a explosión. Y serían 2000 apenas un par de años después. El automovilismo ya atraía multitudes y despertaba fervores incondicionales. Uno de los primeros ídolos de la especialidad fue Juan Cassoulet, quien triunfó en la segunda carrera de la historia argentina, otra vez en la pista de caballos de Belgrano, sobre cien metros y con la participación de siete pilotos. Con un auto Rochester que llegó a la meta envuelto en llamas, Cassoulet terminaría imponiéndose al no menos competitivo Alvear. Pero deberían pasar dos años más para que los porteños volvieran a entusiasmarse con una nueva competencia automovilística. El domingo 9 de diciembre de 1906 se corrió la primera carrera sobre ruta de Sudamérica, desde el barrio de Recoleta al Tigre Hotel, por el Camino del Bajo (hoy Av. Libertador), para máquinas de hasta cuatro cilindros. Largaron 23 automóviles, de 19 marcas diferentes, con sus respectivas tripulaciones, ansiosas por ganar los mil pesos que había en premios. Se considera a esta carrera el origen de la gran prueba que pasaría a denominarse “Gran Premio Nacional” y después, “Gran Premio de Carretera”, antecedente directo del “Gran Premio de Turismo de Carretera”, la prueba de ruta más importante, recordada y extensa de la Argentina y todo Sudamérica. Hacia 1910 existían en todo el territorio nacional 4856 autos, aunque la red vial era todavía muy primitiva y se pasaban penurias para viajar en auto fuera del ejido urbano. Aún así, las competencias de largo aliento, que unían Buenos Aires con Bahía Blanca, Mar del Plata o Córdoba, eran seguidas por toda la población. Pero la práctica de este deporte todavía quedaba reservada a una elite. Poco a poco eso fue cambiando, a medida que también bajaban los costos de las máquinas y el automóvil se iba popularizando como medio de transporte. |
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La época de oro |
El esplendor de la década del ´20Empiezan a surgir las orquestas típicas (integradas por tres o cuatro bandoneones, tres o cuatro violines, un piano, un contrabajo y un cantor de “estribillos”). El tango crece y se expande de la mano de sus directores, músicos y compositores como Francisco Canaro, Roberto Firpo, Juan Maglio, Osvaldo Fresedo y Julio de Caro; de sus poetas: Celedonio Flores (con sus marcados versos lunfardos) y Pascual Contursi (el autor del primer tango canción). Es el Sin embargo, hasta ese momento era muy mal visto por las personas de “buenas costumbres” que, escandalizadas por el desparpajo y la sensualidad de su danza, lo consideraban un género menor ligado a costumbres non sanctas y a personajes de baja “calaña”. Es recién en la década del ´20 cuando estalla en popularidad y penetra en todas las clases sociales especialmente cuando la clase alta, tan atenta a las tendencias parisinas, comienza a observar el fenómeno que produce el tango en Paris. Era la época de la Belle Epoque, cuando el romance de ida y vuelta entre Buenos Aires y París estaba en su esplendor. Mientras Buenos Aries seguía las tendencias impuestas por la capital europea en el estilo de las construcciones edilicias, en la moda, y en el intento de “adoptar” algunos de sus modales y costumbres, el tango triunfa en París con la llegada de algunos de los músicos y directores de orquestas típicas más representativos del momento. Después del impacto del tango en Francia, comienza a ser adoptado por todas las clases sociales,expandiéndose hacia todos los rincones de la ciudad de Buenos Aires. Es el protagonista de los teatros, los cabarets, los salones de baile, los clubes, la radio, los bares y el cine, este último gracias especialmente a Carlos Gardel. Es a través de sus películas que el tango llega primero a Nueva York, luego a toda América y de allí al mundo entero por la seducción que ejercen el carisma, la pinta, el estilo y particularmente esa voz única de “El gran zorzal criollo”, con que marcó al tango para siempre. La década del ´30Ya hacia fines del ´20 aparece en escena un poeta muy particular. Enrique Santos Discépoloconsiderado el “gran cronista social del tango”, quien con su estilo de poesía directa describió descarnadamente tanto los dolores, pesares y bajezas del hombre como la desesperanza social. Y si bien su pluma fue fundamental en la historia del tango, su definición del mismo era “ese s Su obra se hizo eco de la crisis del ´30 que hizo estragos en nuestro país dentro del marco internacional de desconcierto, enfermedades, escasez y pobreza en lo que fuera la antesala de la segunda guerra mundial. Es su tango “Yira yira” el que describe como nadie lo hizo esa desesperanza en la que se encontraba sumergido el hombre de ese tiempo. “Cuando la suerte que es grela, fayando y fayando te largue parao, cuando estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao, cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol. Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar la indiferencia del mundo que es sordo y es mudo, recién sentirás: VERAS QUE TODO ES MENTIRA, VERAS QUE NADA ES AMOR, QUE AL MUNDO NADA LA IMPORTA, YIRA YIRA... AUNQUE TE QUIEBRE LA VIDA, AUNQUE TE MUERDA UN DOLOR, NO ESPERES NUNCA UNA MANO, NI UNA AYUDA, NI UN FAVOR”. En 1935 en un accidente de avión en Medellín, muere Carlos Gardel y todo parece silenciarse. Sin embargo, su voz se inmortaliza para siempre y lo transforma en leyenda porque aún hoy nadie discute a sus más fieles seguidores que “cada día, canta mejor”. Entre la crisis social y económica y la desaparición del “más grande de todos los tiempos”, el tango parecía atravesar un período de espera. Pero se estaba gestando en realidad, una década de gloria. La edad de oro del tango: la década del ´40La llegada de los años´40 marca la época de oro del tango con la aparición de grandes creadores, músicos, compositores, directores, el surgimiento de las grandes orquestas con excelentes cantores que marcarían cada uno un estilo, y de poetas que trazarían un nuevo camino en las letras del tango: de gran vuelo literario, con profundidad y romanticismo, sellaron para siempre el estilo nostálgico, triste y desgarrado con el que sería identificado para siempre. Es el auge de los grandes salones de baile, y de un protagonismo absoluto en medios tan importantes como la radio y el cine, que fueron responsables fundamentales en el fenómeno de su masificación. Era la década en la que Buenos Aires no dormía eternizándose en un tango con las grandes orquestas tocando en vivo en los bailes, y estrenando nuevas obras en la voz de sus cantores. Un fenómeno social y cultural difícil de igualar. Entre lo más destacado, encontramos a las orquestas de Aníbal Troilo, Angel D´Agostino, Juan D ´Arienzo, Miguel Caló, Carlos Di Sarli, entre tantas otras. Los cantores Francisco Fiorentino, Angel Vargas, Hector Mauré, Alberto Podestá. Y los poetas Homero Manzi, Enrique Cadícamo, Cátulo Castillo, Homero Expósito y José María Contursi. Si bien todos hablan de “la década del ´40” como la época de oro del tango, el período se extiende hasta mediados de la década del ´50. |